Inicio LA HISTORIA DEL CRISTO DE LOS DESAMPARADO DEL SANTO ÁNGEL

LA HISTORIA DEL CRISTO DE LOS DESAMPARADO DEL SANTO ÁNGEL

LA HISTORIA DEL CRISTO DE LOS DESAMPARADO DEL SANTO ÁNGEL

LA HISTORIA DEL CRISTO DE LOS DESAMPARADO DEL SANTO ÁNGEL

 

Por MANUEL JESÚS ROLDÁN 

Sorprende que en Sevilla no procesione ningún Crucificado de Juan Martínez Montañés, el gran genio de la escultura española de la primera mitad del siglo XVII. Una ausencia que tendrá el próximo año un paréntesis inédito con la procesión extraordinaria del Crucificado del templo carmelita del Santo Ángel sobre el paso del Cristo de la Salud de San Bernardo, ocasión excepcional que ya se contempló en Sevilla con este Crucificado hace cien años o, incluso, con otro Crucificado de Montañés, el catedralicio de la Clemencia, que también procesionó de forma extraordinaria a comienzos del siglo XX.

Hoy en la capilla del Sagrario de la iglesia carmelita del Santo Ángel de Sevilla, el Cristo de los Desamparados fue conocido anteriormente como el Cristo de la Buena Muerte, del Buen Fin o de la Sagrada Lanzada, ya que fue titular de esta corporación de penitencia desde el año 1851 hasta 1916. Al templo carmelita había llegado la hermandad del Miércoles Santo después de un largo periplo en la primera mitad del siglo XIX que llevó a la corporación de San Basilio a San Francisco de Paula (Acutla iglesia de los jesuitas), pasando incluso por el desaparecido convento de monjas de la Pasión en la calle Sierpes. Unos años en los que la hermandad llegó a procesionar también a la imagen del Cristo de la Buena Muerte de Mesa, hoy titular de la hermandad de los Estudiantes. Cuando la hermandad se trasladó en 1916 a San Román se encontró con la negativa de la comunidad carmelita de desprenderse de una obra que les pertenecía, lo que motivó que la hermandad procesionara de nuevo con un antiguo Crucificado de papelón.

El excelente Crucificado de los Desamparados se atribuyó durante algún tiempo a la gubia de Juan de Mesa, quizás por algunas similitudes con obras documentadas como la del Crucificado del Amor, aunque se acabó incluyendo en el catálogo de Montañés  por un traslado de documento notarial publicado por Miguel Bago y Quintanilla donde se indicaba que “…el dicho Juan Martínez Montañés había otorgado por ante el dicho escribano en que se había obligado a dar fecha y acabada en toda perfesión toda la obra de la hechura de Cristo que el convento de los carmelitas descalzos de esta ciudad que había pasado por el año de seiscientos y diez y siete…”. El documento, una cédula judicial de 1623, permite fechar la realización del Crucificado en 1617, quizás con la ayuda de algún colaborador, ya que hace alusión a su realización en ese año con destino al convento de los carmelitas descalzos.

El templo de los carmelitas en el que se conserva es fruto de una larga historia que comenzó con el asentamiento de los carmelitas descalzos en el monasterio de los Remedios y la posterior creación de un colegio de la orden en la actual calle Rioja. Tras la creación de un patronato, el nuevo templo, con diseño de Alonso de Vandelvira,uno de los grandes arquitectos de su siglo,  se bendijo  en 1608 por el cardenal Niño de Guevara, funcionando como noviciado carmelita y, posteriormente, como Colegio de Teología Escolástica y Teología Moral. La invasión francesa  supuso la expropiación del edificio y su expolio.

Aunque la Academia de las Tres Nobles Artes llegó a tomar posesión del edificio, pronto pasó a ser cuartel del Cuarto Batallón Cívico, conservándose el culto en la iglesia. Volverían los carmelitas en 1813 y serían de nuevo expulsados en la desamortización de 1835. Aquí comenzaría una sucesión de variopintos usos para el  edificio: cuartel de carabineros, Academia de Jurisprudencia, Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País, Liceo Universitario, casa de vecindad… Hasta 1904 no se instalarían de nuevo los carmelitas en el conjunto, llevándose a cabo una profunda intervención de Aníbal González que alteró notablemente el conjunto.

A esta larga historia sobrevivió la imagen del Crucificado, una obra de 1,75 metros de altura que se debe relacionar en su morfología con el Crucificado de la Clemencia y con el Crucificado del Auxilio de la Catedral de Lima (Perú). Cristo aparece crucificado en una cruz arbórea con tres clavos, elemento que lo diferencia del Crucificado de la Clemencia, y que lo acerca al Crucificado del Amor, obra que Juan de Mesa contratará unos meses más tarde, concretamente en mayo de 1618, cuando Mesa ya tenía abierto taller en la calle Cañaverería, actual Joaquín Costa, en la Alameda. Esta cercanía en el tiempo explica las similitudes formales que se pueden encontrar entre la obra del maestro y la del discípulo.

El Cristo de los Desamparado fue realizado por un Montañés en su etapa de plenitud, el miso año que realizaba las trazas del retablo mayor del templo de San Miguel de jerez, unan de sus obras maestras, o que gubiaba las imágenes del Niño Bautista y el Evangelista para el convento de la Concepión de Lima, en Perú. Tampoco se debe olvidar la cercanía en el tiempo de la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión o la realización de los relieves del retablo del Bautista del convento del Socorro, hoy en la iglesia de la Anunciación.

Jesús aparece muerto, con la herida de la lanzada en el costado derecho, con un leve descolgamiento respecto al travesaño horizontal de la cruz. Inclina la cabeza hacia el lado derecho y hacia delante apoya el mentón en el pecho. Hay cierta tendencia al óvalo en su rostro, presenta los ojos cerrados, levemente hundidos, con marcadas ojeras y cejas algo arqueadas. La nariz muestra el tabique nasal pronunciado y las aletas nasales marcadas. La apertura de la boca permite la visión de los dientes de ambos maxilares, tallados,  La boca tiene los labios entreabiertos dejando a la vista los dientes de ambos maxilares que aparecen mostrando la tensión del sufrimiento padecido.

Presenta la habitual barba bífida, con una talla de suaves incisiones y pequeños rizos en  la parte de la mandíbula y el mentón. Sus largos cabellos se forman por mechones que caen sobre la nuca y que están unidos al bloque del cráneo, bajando un grueso mechón por el lateral derecho del rostro, mientras que en el lado derecho un pequeño mechón permite que se contemple la oreja en su totalidad, otro rasgo que seguiría su discípulo Juan de Mesa. La última restauración en el Instituto Andaluz de Patrimonio permitió recuperar la policromía original de la corona de espinas, tallada en madera y formando ramas que se unen mediante cintas talladas en madera. El tono verdoso recuperado de la policromía también recuerda a otras imágenes de Juan de Mesa, como el Señor del Gran Poder.

En el resto del cuerpo presenta el tórax hinchado, marcadas costillas y vientre rehundido, con un sudario de talla de pliegues angulosos situado a la altura de las caderas.

La restauración que llevó a cabo el IAPH entre los años 2007-2008 permitió recuperar la riqueza de su policromía y relacionarla con la empleada en el Crucificado de la Clemencia, eliminándose en esta intervención la suciedad acumulada por el paso del tiempo y la policromía añadida en el sudario, que no era la original. El estudio de los ensambles de la talla en la restauración permitió comprobar notables similitudes con el Cristo del Auxilio de la Catedral de Lima, imagen con la que también comparte numerosos rasgos estilísticos. Esta relación ya fue establecida por Hernández Díaz, aunque por entonces no se conocían la policromías originales ni del  Cristo peruano ni la de la imagen que nos ocupa. En la comparación habría que indicar que el Crucificado de peruano mantenía los pies cruzados y los cuatro clavos, según la visión de la monaja sueca Santa Brígida, una iconografía que Montañés acabó abandonando: el Crucificado de los Desamparados solo muestra un clavo que atraviesa los dos pies, una representación que seguirá Juan de Mesa en toda su producción posterior. En la restauración se sustituyó su cruz arbórea, que no era la original sino un añadido del año 1950, por una nueva pieza.

Una interpretación sobre la talla, que llegó a datarse en época mas temprana, permite situarlo como una revisión del maestro respecto a su propia creación: tras el modelo de la Clemencia, llegaría la reinterpretación de Francisco de Ocampo en el Crucificado del Calvario (1612), nuevamente revisada por Montañés en 1617 y fuente de inspiración para Juan de Mesa en el Crucificado del Amor (1618). Una posible obra de oratorio cargada de elementos tardomanieristas (triangulación perfecta, delgadez y canon alargado de los brazos, morbidez anatómica) que sería un nuevo modelo de inspiración para obras posteriores del Barroco sevillano. Supondría además la culminación de los ideales estéticos de la Contrarreforma, al mostrar una imagen de Cristo muerto naturalista, sin estridencias, cercano al fiel que se acerca a orar a sus pies.

Desde los años 1960 preside la capilla sacramental del templo, en la cabecera de la nave del Evangelio, nave donde tuvo capilla propia, aunque José Gestoso llegó a verlo en el altar de la nave  de la Epístola, donde hoy se sitúa San Elías, un retablo salomónico con caja del siglo XVII para albergar a un Crucificado. Titular de la hermandad de la Sagrada Lanzada entre 1851 y 1916, su  propiedad acabó finalmente en manos de sus propietarios originales, la comunidad carmelita, que regresó en 1904 a su sede. Entre otras, el Crucificado de los Desamparados ha formado parte de las Exposiciones “Lo sagrado hecho real” (Valladolid, Londres 2010), que sirvió para abrir una nueva corriente de valoración europea de la escultura española del Barroco, o en la más reciente edición de la muestra “Las Edades del Hombre” (Ávila, 2015). Con la salida extraordinaria prevista por su IV Centenario, todo una generación de sevillanos podrá ver, por primera vez en su vida, un Crucificado de Montañés procesionando por las calles de la ciudad.

 

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